‘Xanadu’ es un lugar feliz

‘Xanadu’ es de esas películas que reconfortan a los fans y sirven para crear estrechos lazos entre ellos. Es casi mágico ver cómo surge la complicidad entre dos personas cuando a una de ellas se le ocurre confesar que le gusta la película y/o la banda sonora y la otra responde «a mi también». Suele coincidir que ambas sean maravillosas personas, todo hay que decirlo.

Gran parte de este fenómeno se debe a la categoría de película de culto que tiene ‘Xanadu’, concebida hasta el último detalle como un exceso alegórico. Una propuesta audaz en su momento y que, al contrario que los espectadores, el tiempo ha tratado nada más que regular. Porque, no nos engañemos, ni el neón ni los patines molan tanto. De hecho, los patines no molan absolutamente nada. Muerte a los patines.

Aun así, pretender ver ‘Xanadu’ con esos ojos de crítico del ‘Fotogramas’ que se nos ponen cada vez que vamos al cine es más cándido que Olivia Newton-John vestida de blanco y con tirabuzones. Así que protestar por el neón o los patines está fuera de lugar. Ya hay bastante mierda en el mundo como para que los defensores del cine canónico vengan a verter su negrura interior. Que luego venimos con que si Peter Greenaway y sus maletas de las narices.

En ‘Xanadu’ no importa la historia de amor entre los protagonistas, ese enamoramiento súbito y total. La cuestión es que canten canciones cursis de amor. En patines. Tampoco interesa ver cómo el viejo trompetista y el joven pintor consolidan una asociación improbable y luchan por construir su sueño común. El objetivo es recuperar a Gene Kelly y ponerle disfraces de brilli brilli mientras canta y baila. Y ponerle patines.

En ese sentido, jamás se podría decir que ‘Xanadu’ es una mala película o un experimento fallido. No pretende ser más que la fantasía estrambótica que es. El lugar donde nadie se atrevió a ir. La cuestión es, simplemente, si el espectador entra dentro del juego que propone.

Por mi parte, sin ser especialmente fan opino que resulta perfecta a múltiples niveles. Sin entrar en la cuestión de la banda sonora, que ya tuvo en su momento más éxito real que la película misma. Pero me fascina cómo consigue crear una identidad visual personal e intransferible (con el permiso de ‘Tron’, que también se gastó lo suyo en neones de mentira pero, chico, llegó después).

Por supuesto, me toca el corazoncito que Gene Kelly esté ahí. Nadie como él podría simbolizar el ocaso de una época ni la nostalgia de un tiempo que aun sin haberlo vivido nos parece mejor. Si la elección de Olivia Newton-John, novia de América del momento, es incuestionable, la de Gene Kelly es insuperable y le da a la película el empaque metafórico que necesita.

Y si todo esto que digo no convence, la prueba del algodón definitiva: ¿alguien se imagina una película  de ahora, igual de evocadora y reconfortante, hecha con LED? ¿Aunque sean de colores? Pues ya está.

 


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Comentarios

Una respuesta a «‘Xanadu’ es un lugar feliz»

  1. Avatar de Bernat
    Bernat

    Nunca leí mejor crítica sobre Xanadú.
    Bravo!

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