Lady Gaga: Joanne Tour, Barcelona, 14 de enero de 2018

Lady Gaga trajo, por fin, su coño a Barcelona. Un coño más grande que todo el Palau Sant Jordi. Mis preocupaciones sobre cómo sería el espectáculo y en qué se iba a centrar Gaga en esta era country resultaron vanas: Gaga se centra en Gaga. Más grande que el Sant Jordi y más grande que la música.

Personalmente tengo sentimientos encontrados. Por un lado, ayer me gustó todo mucho más cuanto más se alejaba del concepto de giras anteriores. Pero, al mismo tiempo, la Gaga ‘badromancera’ es imprescindible. Por más que lleve con la misma puta coreografía desde el principio, su modo de bailar entre la pasión alucinada y la autoconciencia paródica es parte del mito. Cuando actúa como si la estuviera doblando Desahogada, Gaga es más Gaga.

Lo peor de la noche fue, sin duda, el sentido del tempo del espectáculo. No sirve de nada levantar un estadio entero con ‘Telephone’ para dejarla a medias en seco, lo mismo que interrumpir ‘Joanne’ para cambiar de set es un rollo, sobre todo si el reprise es una versión más interesante que el original. Los entreactos para cambiarse de peluca se vivían como un descanso para mirar el móvil y hacer un pis.

Luego hay cosas que lo Gagas o lo dejas, como el minuto de reloj que pasa después de ciertos temas en los que ELLA se queda congelada bajo el peso de su propia intensidad, recreándose en el aplauso del público. O los discursos de igualdad, paz y amor que se pega la tía, que suenan tan antiguos como la coreo del ‘Bad Romance’. De verdad que cuando habla de eventos que te sacuden y te cambian la vida de un modo que ya no reconoces quién eras antes de eso y te dejan cicatrices de por vida (sic) no puedo evitar pensar que qué mierda de vida sin eventos tengo. Por no hablar, y me voy a meter un jardín, que unirse al dolor por el atentado de las Ramblas a estas alturas  suena forzado (y más si lo haces tres veces durante la velada). Pero así es Gaga, ya digo, intensa como el fuego de tres soles y tan universal como… el… universo.

Pero, vaya, que no, que maravilla. Conciertazo de los que aunque duran dos horas y media saben a poco. Ya digo que me sonaron mucho mejor los temas nuevos, favorecidos por una puesta en escena flexible. Por ejemplo, el arranque con ‘Diamond Heart’ y ‘A-YO’ en un escenario apenas desplegado tuvo unos ecos rockeros fantásticos. Luego, con los temas mamarrachos, llegaría el desparrame de pelucas y plataformas móviles. Quién me iba a decir que ‘Scheiße’ sería uno de los momentos de la noche…

Viendo el concierto de anoche me dió la sensación de que Lady Gaga está en un momento muy dulce. Algo irónico teniendo en cuenta que no es su mejor época en ventas y relevancia. Pero desde el punto de vista artístico tiene a una legion fiel de ‘pequeños mostros’ (que decía ella ayer) a los que se ha unido público algo más talludito gracias a la innegable calidad musical de sus últimos temas. Hay un montón de gente a la que no solo le gusta ‘A Million Reasons’, sino que también conoce versiones acústicas de ‘Paparazzi’ que funcionan a la perfección.

Todo esto, además, teniendo en cuenta que Lady Gaga es infalible en un escenario. Ni fibromialgia ni leches, lo de anoche fue un despliegue de prodigio físico y capacidad vocal. Con todo su coño.


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