En la cuarta temporada de ‘House of Cards’ hay un momento en que Francis Underwood se echa una partidilla al ‘Agar.io’. Es uno de esos momentos muy ‘Juego de Tronos’, en el que dos rivales a muerte tienen una charla en apariencia relajada pero en la que intentan barrer el suelo el uno con el otro. En la serie, los personajes bromean sobre que este juego de comerse a los pequeños mientras evitas que te coman los mayores se parece mucho a la vida política. Lo que yo no imaginaba es que ‘Agar.io’ es mucho más que una metáfora poderosa sobre las elecciones. Es una macabra representación de la vida misma.
‘Agar.io’ es un juego en el que manejamos una célula en su encarnizada batalla microscópica por la supervivencia. Como mencionaba, la cuestión es que podemos absorber a otras células más pequeñas que nosotros para crecer y hacernos más fuertes, aunque siendo conscientes de que siempre hay alguien mayor que tú.
Las células pequeñas cuentan con el beneficio de la velocidad, que les permite escapar del poder de la mitosis. El equivalente a un ataque en este juego se produce cuando una célula decide dividirse en dos de manera violenta: a falta de armas, las células de ‘Agar.io’ se dividen de un modo explosivo en el que de una de las células hija sale disparada en línea recta. La clave de todo esto es, claro, que si eres obscenamente grande da igual partirte por la mitad porque te llevas por delante todo lo que pillas.
La gracia del juego es que es online. Todas las células que corretean por ahí están controladas por jugadores humanos desde sus ordenadores o teléfonos. Lo malo del juego es que es online. Jugar con seres humanos es una puta mierda.
En primer lugar, hay una hostilidad evidente en el mismo diseño del juego. Puedes tunearte tu propia célula del modo más malote que encuentres. A medida que ganas experiencia vas desbloqueando iconos basados en la cadena trófica, supongo que para motivarte y que no te conformes con ser una mosca (muerta). Pero luego, además, puedes invertir tus monedas virtuales en skins malrolleras como monstruos pavorosos… o la cara de Vladimir Putin.
Moraleja #1: Ofrece tu cara más agresiva a los demás si no quieres que se te coman. Si eres cuqui, prepárate a morir.
En ‘Agar.io’ no hay canal de chat, o sea que toda la comunicación con los demás es no verbal. Mal rollo, también. Nunca sabes si quien se te acerca es amigo o enemigo, por lo que el camino fácil es asumir que todos quieren comerte. Aun así, hay quien usa el único campo de texto disponible, el nombre de usuario, para lanzar consignas que despierten la empatía de los demás. Oh, sorpresa, las alianzas acaban produciéndose por factores políticos. Las celulitas turcas unidas jamás serán vencidas.
Moraleja #2: da igual cómo seas, las inquietudes que tengas o lo hábil que seas. Al final siempre te harás amigo de Manoli, la del pueblo.
En el momento en que te das de bruces con el tema de las alianzas, se acaba la diversión para ti. Sólo te queda el modo contrarreloj, en el que todo el mundo comienza a la par y tienes cinco minutos para ser el más glotón del lugar. Pero si insistes en jugar en el modo normal… mal rollo. Entrarás con la partida ya empezada, en el que suele haber un jugador de tamaño descomunal al que alimentan un par o tres de pelotas. Y, obviamente, irán a por ti sin descanso, abusando de su posición de poder. Jugar así no mola, no ya porque te toca perder una y otra vez, sino porque no hay una experiencia de juego real en la que puedas medir tu habilidad con la de los demás.
Moraleja #3: Hay quien renuncia a jugar para no perder.
Moraleja #4: Estas son las reglas del juego. A llorar a la vía.
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